Los ciervos comen ramitas, ramas, hojas, frutos, pasto, nueces, alfalfa y hongos, según la disponibilidad y la estación. Durante la primavera, los ciervos prefieren el trébol dulce, los frijoles silvestres y la hiedra venenosa, mientras que en el invierno subsisten con mora de coral, trigo y centeno.
Durante el verano, las sequías y las precipitaciones pueden provocar extremos en los patrones de alimentación de los ciervos. Los ciervos son herbívoros preferenciales, pero también han evolucionado para comer solo las partes de las plantas que son nutritivas y sabrosas, como cuando comen las cabezas de semilla y el grano de sorgo.
La dieta anual de los ciervos depende en gran medida de la disponibilidad de ciertas plantas. Durante el otoño, los ciervos se preparan para los próximos meses de invierno buscando alimentos altos en grasa como las bellotas y otras nueces, ya que no construir un suministro adecuado de grasa puede hacer que un ciervo tenga dificultades para sobrevivir al frío. Para combatir las tasas de mortalidad de ciervos en el invierno, algunos humanos se embarcan en programas de alimentación suplementarios que a menudo son perjudiciales para la población general de ciervos. Los ciervos son sensibles a los cambios en la dieta, tardan una o dos semanas en adaptarse sin enfermedad, y una cantidad limitada de alimentos a menudo hace que compitan entre sí por los recursos, lo que lleva a la hambruna de cervatillos y otros ciervos más débiles.