Una variedad de variables, incluida la dieta, el consumo de agua y la función renal, así como la salud general, determinan el olor a orina. La orina humana sana no suele tener un olor fuerte. El olor a amoníaco que a veces produce la orina es un posible signo de deshidratación o enfermedad.
La orina saludable es 95 por ciento de agua y 5 por ciento de ácido úrico y otros desechos metabólicos. Ese 5 por ciento es lo que le da a la orina su olor distintivo. Cuando un individuo se deshidrata, su orina se vuelve más concentrada y la cantidad de ácido úrico y desechos en la corriente aumenta. Los diabéticos pueden tener orina que huele dulce, ya que el cuerpo excreta el exceso de azúcar como producto de desecho.
Otras afecciones, como infecciones del tracto urinario, enfermedades de transmisión sexual y problemas renales, también pueden afectar el olor de la orina; sin embargo, no es infrecuente que las personas sanas noten un cambio en el olor de la orina. Una dieta alta en proteínas puede hacer que la orina tenga un olor más fuerte, ya que el cuerpo produce amoníaco de forma natural cuando metaboliza las proteínas. Además, los alimentos como los espárragos, el ajo, la cebolla, el atún y el café contienen un compuesto de azufre llamado metil mercaptano, que cuando se descompone produce un olor acre. El metil mercaptano es lo que produce el olor característico de la mofeta.