La frase común "seis pies debajo" se remonta a Inglaterra en 1665, cuando un brote de la plaga llevó al alcalde de Londres a promulgar una ley que exige que todas las tumbas tengan al menos seis pies de profundidad en un intento para limitar la propagación de enfermedades. Hoy en día, muchos cuerpos no están realmente enterrados a seis pies bajo tierra, pero aún existen leyes para exigir los requisitos de entierro.
Si los cuerpos no están enterrados lo suficientemente profundo, la erosión del suelo por algunos años podría exponerlos. Esto no solo es antiestético, sino que existe un temor común de que los cuerpos muertos propaguen enfermedades. En realidad, muy pocas enfermedades pueden contraerse a partir de cadáveres.
Muchas tumbas hoy en día son sólo unos cuatro pies. Las leyes de entierro varían, pero 18 pulgadas de suelo encima de un ataúd es un requisito común. Si el cuerpo no está cerrado, a menudo se requieren dos pies de tierra. En algunos lugares, como las áreas de tierra húmeda bajas, las tumbas deben ser mucho más profundas que seis pies, de lo contrario se llenarían de agua.
También es importante enterrar los ataúdes bajo tierra para protegerlos de los ladrones de tumbas y ladrones de cuerpos. En la década de 1800, el arrebatamiento de cuerpos se convirtió en un negocio lucrativo, cuando los cadáveres humanos podían venderse para investigación.