Las soluciones para evitar el agotamiento de la capa de ozono incluyen la prohibición del uso de productos químicos que causan el agotamiento del ozono, como los clorofluorocarbonos y los hidrofluorocarbonos. Las leyes nacionales y los tratados internacionales ayudan a acelerar el control de las sustancias que agotan el ozono.
Las moléculas de ozono en la atmósfera absorben la radiación dañina, especialmente la luz ultravioleta llamada UVB, que causa cataratas y cáncer de piel y también daña la vida marina y los cultivos. Aunque los CFC se utilizaron durante muchos años en solventes, refrigerantes y espumas, los investigadores en la década de 1970 descubrieron que el cloro en los CFC descompone el ozono a una tasa de más de 100,000 moléculas de ozono destruidas por cada átomo de cloro liberado. Esto hace que el ozono se destruya más rápido de lo que puede recrearse naturalmente.
Los HCFC también destruyen el ozono, pero a un ritmo menor. Otros químicos que dañan la capa de ozono incluyen solventes con cloroformo de metilo, un químico industrial llamado tetracloruro de carbono, agentes de extinción de incendios llamados halones y un fumigante del suelo llamado metilbromuro. La única forma de curar la capa de ozono es dejar de usar estas sustancias para que el ozono pueda regenerarse naturalmente.
Los Estados Unidos y otros países prohibieron el uso de CFC en la década de 1970. El Convenio de Viena de 1985 y el Protocolo de Montreal de 1987 consolidaron aún más la resolución internacional sobre el tema. Desde estas medidas, la tasa de eliminación gradual de sustancias que agotan el ozono se ha revisado varias veces para acelerar la recuperación de la capa de ozono.