El agua, la luz solar, la temperatura, la presión, las sustancias químicas y las características geológicas son algunas de las cosas que no viven en el océano. Factores abióticos denominados, estas fuerzas afectan la vida en los océanos y en la tierra.
La composición del agua y sus movimientos forman sistemas complejos. Las corrientes mueven bandas de temperatura variable a través de las regiones, afectando los tipos de organismos en esas zonas. El afloramiento extrae los nutrientes orgánicos de las profundidades a aguas poco profundas, lo que favorece el crecimiento del plancton. La acción de las olas y las mareas cambian el paisaje de las costas y la topografía oceánica.
La luz solar es esencial para la vida en los océanos superiores. El aumento de la turbidez debido a la contaminación o las tormentas limita la disponibilidad de luz solar para la fotosíntesis, lo que reduce las fuentes de alimentos viables.
La presión del agua aumenta con la profundidad del océano y requiere que los organismos posean métodos para igualar la presión interna y externa. Se sabe que las ballenas cazan en profundidades de hasta 10,000 pies, colapsando sus costillas para reducir el volumen pulmonar y las bolsas de aire.
La disponibilidad de componentes químicos en el océano, incluyendo oxígeno, dióxido de carbono, nitrógeno, fósforo y azufre, controla la descomposición y el uso de cualquier material orgánico. En ausencia de luz solar, la quimiosíntesis ocurre alrededor de los respiraderos de los océanos profundos que liberan sustancias químicas del núcleo de la tierra y producen energía para los organismos celulares. Otras fuerzas geológicas, como los terremotos y los volcanes, crean y destruyen masas terrestres oceánicas.
La topografía oceánica, como la existencia de salientes y las características del fondo oceánico, definen los tipos de comunidades de peces en un nicho ecológico particular. Las altas repisas albergan asambleas grandes y diversas, mientras que las planicies arenosas tienen menos especies y densidades más bajas.