La caída de Constantinopla en 1453 terminó efectivamente con lo que quedaba del Imperio Romano y estableció un importante obstáculo para el comercio entre Europa y el Lejano Oriente. Además, durante siglos, la ciudad había impedido que los invasores musulmanes de Oriente Medio invadieran Europa.
Cuando el sultán Mehmed II y los turcos capturaron Constantinopla en 1453, cambiaron el nombre a Islambol, que significa "Ciudad del Islam". La famosa iglesia de Santa Sofía se convirtió en una mezquita, y gran parte de los monumentos y patrimonio cristianos de la ciudad fueron destruidos.
Con la ciudad bajo control turco, se volvió cada vez más peligroso y casi imposible para los comerciantes cristianos viajar por el Lejano Oriente por tierra. Portugal y España aprovecharon esta oportunidad para emprender el envío de expediciones de navegación por África para encontrar un camino a la India por vía fluvial. Esto llevó indirectamente a algunas expediciones a navegar hacia el oeste y descubrir América del Sur y América del Norte, abriendo una nueva era de descubrimiento y colonización.
Con la ciudad bajo el control musulmán, los líderes musulmanes pudieron organizar campañas militares en Europa. Además, los turcos solidificaron su propio imperio poderoso, el Imperio Otomano, que controlaba gran parte del Medio Oriente durante más de 450 años hasta su derrota y colapso durante la Primera Guerra Mundial.