Cada célula de un organismo vivo contiene un conjunto de instrucciones que explica cómo construir los diversos componentes de la planta, animal, hongo o bacteria. El ADN es la sustancia que los seres vivos utilizan para llevar estas instrucciones. El ADN se agrupa en grupos discretos que suministran el código para un rasgo dado. Los científicos se refieren a cada uno de estos grupos como genes.
El ADN es una molécula larga que, en todos los organismos, excepto los virus y algunas bacterias, adopta la forma de una doble hélice. Esta estructura se asemeja a una escalera retorcida que tiene numerosos peldaños. Uno de cada cuatro productos químicos, a saber, adenina, timina, guanina y citosina, forma cada lado de cada peldaño individual. El orden de estos cuatro productos químicos funciona como un alfabeto, lo que permite a los organismos crear códigos muy largos y complicados. La cadena completa de ADN tiene miles de millones de pares de bases, o peldaños, largos. Afortunadamente, los organismos no necesitan leer e interpretar toda la cadena de ADN cada vez que necesitan construir más proteínas. En cambio, el organismo solo necesita acceder a una pequeña parte del ADN, un gen, para construir la proteína para la cual lleva el código. Algunos genes solo tienen unos pocos cientos de pares de bases, mientras que otros pueden tener varios millones de pares de bases.