La adaptación es un producto codificado genéticamente de la selección natural que permite a una especie desarrollar una característica funcional que ayuda a asegurar su supervivencia. A medida que el entorno de una especie cambia con el tiempo, la selección natural trabaja con la variabilidad genética de una población para producir descendientes con características diferentes. Aquellos descendientes que poseen las características más adecuadas para la supervivencia son los que producirán una descendencia similar, mientras que los menos adecuados para la supervivencia morirán.
Los miembros de la población de una especie que son capaces de reproducirse en mayor grado pueden transmitir los genes que contienen adaptaciones funcionales ventajosas para las generaciones futuras. Aquellos que se reproducen menos, posiblemente como resultado de la falta del gen de adaptación funcional, no podrán transmitir sus genes menos adaptativos a las generaciones siguientes en gran número. Esto hace que la población de especies cambie a medida que las generaciones progresan.
Las plumas son un ejemplo de variabilidad genética y selección natural que trabajan juntas para producir una adaptación funcional. Las aves que heredaron el gen que produce plumas podían volar y se adaptaban mejor a la supervivencia. Los que no pudieron volar y no sobrevivieron. Cuando el hábitat de una especie cambia, la población residente puede trasladarse a otro entorno más adecuado para él, o puede desarrollar una adaptación que le permita sobrevivir en el entorno alterado. Si no se produce ninguno de estos cambios, existe la posibilidad de que la especie se extinga.