Las plantas del desierto fortalecen y maximizan sus posibilidades de supervivencia en ambientes áridos a través de mecanismos de adaptación físicos y de comportamiento. Al igual que los animales del desierto, las plantas del desierto como el cactus, el agave y el trébol de búho practican estrategias de adaptación diferentes pero efectivas, que incluyen la tolerancia a la sequía, la suculencia y la prevención de la sequía. Estas técnicas permiten a los organismos indígenas sobrevivir y prosperar en un desierto árido, aunque estos mismos mecanismos también les impiden adaptarse en un entorno diferente.
Las plantas del desierto son notablemente diferentes a las plantas de los bosques tropicales u otras regiones. Tienen cuerpos gruesos, espinosos y hojas diminutas que, a diferencia de otras plantas, rara vez son de color verde brillante. Los phreatophytes, por ejemplo, son plantas tolerantes a la sequía con raíces muy largas que les permiten obtener agua cerca de la capa freática. Una planta suculenta, los cactus almacenan agua en sus hojas carnosas, lo que les permite absorber grandes cantidades de agua en un corto período de tiempo. Algunas plantas del desierto permanecen inactivas durante épocas secas o húmedas del año. Los girasoles del desierto son flores silvestres anuales que dejan de existir en condiciones desfavorables. Completan su ciclo reproductivo durante la estación húmeda y luego mueren después de gastar toda su energía para producir semillas.
Muchas plantas pueden no prosperar o incluso sobrevivir en un ambiente árido o frío del desierto, pero los animales y las plantas que han pasado toda su vida en este tipo de hábitat pueden vivir y florecer en los desiertos, incluso durante los climas más extremos.