La energía química, generalmente alimento o combustible, reside en los enlaces entre las moléculas, mientras que la energía mecánica proporciona la capacidad de trabajar como resultado de la posición o el movimiento. La energía química se convierte en energía mecánica cuando las reacciones liberan calor, lo que permite un objeto para aplicar fuerza a un segundo, transfiriendo la capacidad de realizar trabajo.
La energía química existe como potencial. Cuando las moléculas que habitan se metabolizan, la energía química se libera en un estado cinético. En algunos casos, esa liberación es explosiva, lo que provoca la conversión rápida de energía química en energía térmica y radiante.
Las células vegetales convierten la energía radiante en energía química mediante la fotosíntesis y, en última instancia, fabrican carbohidratos. Los carbohidratos se almacenan hasta que el procesamiento bioquímico descompone los compuestos complejos en elementos más simples, liberando energía térmica. Las máquinas convierten el combustible al quemarse para producir una fuerza que impacta un objeto. Un ejemplo es la generación de vapor que se expande contra un objeto, superando su resistencia y permitiéndole moverse.
La energía mecánica es potencial, según su posición, o cinética, ya que le da a un objeto la capacidad de realizar un trabajo. Una bola de demolición en el apogeo de su swing exhibe energía potencial. En el momento en que la pelota golpea un edificio, se vuelve cinética, transfiriendo la capacidad de moverse a la pared y obligándola a desmoronarse.