Un ecosistema funciona mediante la interacción de organismos vivos y no vivos. Las plantas, los animales, el suelo, el agua, el calor, la luz, el aire, el agua y la temperatura del agua trabajan juntos para crear un sistema equilibrado. Un ecosistema saludable tiene una gran diversidad de especies, y cada especie tiene un nicho en el ecosistema que mantiene el sistema saludable.
El suelo almacena los nutrientes necesarios para nutrir las plantas y también ayuda a anclar las plantas para mantenerlas en su lugar. Además, proporciona un hogar para varios organismos vivos y absorbe agua para el consumo de plantas y animales. La atmósfera desempeña un papel clave en el ciclo del agua y proporciona oxígeno y dióxido de carbono para los organismos.
El sol es otro actor importante en un ecosistema. Proporciona calor que ayuda en el ciclo del agua y mantiene a las plantas y animales calientes. Su luz es esencial en el proceso de fotosíntesis, que permite a las plantas producir alimentos. Al igual que el sol, el agua es otro componente vital de un ecosistema, ya que constituye un gran porcentaje de las células de todos los organismos vivos, y es utilizado por las plantas, los animales y los humanos para sostener la vida.
Los productores, consumidores y descomponedores son las tres categorías de organismos vivos que interactúan entre sí en un ecosistema. Los productores consisten en plantas verdes, mientras que los consumidores están compuestos de herbívoros, carnívoros y omnívoros. Los descomponedores pertenecen a la tercera categoría y se refieren a organismos que transforman plantas y animales muertos en materiales orgánicos. Los materiales desglosados regresan al suelo y el ciclo dentro de un ecosistema comienza nuevamente.