En el siglo XVI, Inglaterra experimentó un crecimiento económico y poblacional que resultó en estilos de vida cómodos para la clase trabajadora noble y media, pero estilos de vida difíciles para los agricultores pobres y de clase baja. Las industrias económicas disponibles para la población activa era variada, creando un amplio abismo entre las clases sociales.
Durante el siglo XVI, Inglaterra comenzó a aumentar su extracción de carbón y metales, lo que le permitió expandir sus rutas comerciales en Europa y Asia. Esto resultó en un aumento significativo de la riqueza para aquellos que poseían minas o negocios que comercializaban o vendían productos. Por primera vez, los nobles, la clase media alta pudieron pagar y producir una mejor calidad de vida.
La mayoría de la población vivía en asentamientos y aldeas más pequeñas, donde los hogares de los ricos y poderosos actuaban como puntos focales. Estas casas se pudieron construir, agregando nuevas características arquitectónicas y renovaciones funcionales. Los ricos también podían comprar alimentos de mejor calidad en grandes cantidades. Los banquetes y las fiestas para celebraciones eran una ocurrencia común durante este tiempo.
Sin embargo, los pobres lucharon por encontrar trabajos fuera de la agricultura o la minería peligrosa, y se les pagó salarios minúsculos en comparación con el valor de los bienes que manejaban.