Las enzimas hacen posible ciertas reacciones o aceleran una reacción que, de lo contrario, llevaría demasiado tiempo. Una enzima funciona utilizando el método de bloqueo y llave. El sustrato es la sustancia sobre la que actúa la enzima. Un sustrato actúa como la clave; su forma debe encajar exactamente en la enzima para que la enzima funcione.
Las reacciones necesitan un poco de energía para comenzar; Las enzimas reducen esta energía de activación para que ocurra la reacción. Una enzima tiene una región llamada sitio activo, que tiene una forma única en la que solo cabe un sustrato específico.
En 1894, Emil Fischer presentó la analogía de bloqueo y clave de la acción de la enzima. Esta analogía no es del todo correcta. Otra teoría, la teoría del ajuste inducido, afirma que cuando el sustrato se inserta en la enzima, obliga a la enzima a cambiar su forma. Los enlaces químicos, como el enlace de hidrógeno y el enlace covalente, hacen que el sustrato se ajuste a la enzima y les permite "reconocerse" entre sí.
Las enzimas cesan sus acciones a través de una variedad de factores diferentes. Muchas enzimas dejan de funcionar a través de retroalimentación negativa. El producto final de la reacción encaja en otro sitio de la enzima, haciéndolo inactivo. Las temperaturas y los niveles de pH deben estar dentro de un rango pequeño para que las enzimas actúen de manera ideal. Cuando estos factores no son ideales, la enzima, que es una proteína, se desnaturaliza y su estructura cambia. Una vez que una enzima se desnaturaliza, deja de ser efectiva.