Según el Instituto Nacional del Cáncer, durante las etapas finales del cáncer de pulmón, un paciente sufre mioclono, disnea, fatiga, tos, traqueteo, delirio y fiebre. Un estudio de 200 pacientes con cáncer reveló que la respiración ruidosa, el dolor y la disfunción urinaria fueron los síntomas más frecuentes durante las últimas 48 horas de vida.
Los pacientes pueden adquirir alivio del dolor durante sus últimas horas, señala el Instituto Nacional del Cáncer. Como la conciencia tiende a disminuir durante este período y la deglución se vuelve difícil, se utilizan alternativas a la administración oral de opioides, incluidas las infusiones intravenosas y las inyecciones subcutáneas intermitentes. Las sacudidas mioclónicas ocurren con frecuencia al final de la vida, y dosis muy altas de opioides pueden conducir a mioclono. La disnea, o dificultad para respirar, es un síntoma habitual en pacientes con cáncer durante los últimos días o semanas de vida. Ocurre cuando un paciente requiere más esfuerzo respiratorio para superar una enfermedad restrictiva, necesita más músculos respiratorios para mantener la respiración suficiente o muestra un aumento en la necesidad de ventilación.
Los cambios físicos y psicológicos y los efectos adversos de los tratamientos son factores que contribuyen a la fatiga, informa el Instituto Nacional del Cáncer. Algunos pacientes también experimentan tos crónica, que causa dolor, interfiere con el sueño, agrava la disnea y empeora la fatiga. El ruido de la muerte ocurre cuando la saliva y otros líquidos se acumulan en las vías respiratorias superiores. Los pacientes con enfermedades terminales tienden a experimentar fiebres e infecciones frecuentes.
