El mayor logro de Cleopatra durante su tiempo como gobernante de Egipto entre 48 y 30 a. C. fue para unir un reino desgarrado, así como para mejorar su economía. Ella pudo hacerlo en virtud de su inteligencia y destreza política, forjando alianzas poderosas tanto con Julio César como con Marco Antonio, aunque este último demostró para ser su eventual perdición.
Sin embargo, su alianza con Mark Antony le permitió recuperar territorios egipcios perdidos, incluidos Chipre, Creta y Cirenaica (o Libia). Durante su gobierno, Cleopatra fue equiparada con la diosa Isis, como algo así como una madre para su nación.
Aunque finalmente perdió a Egipto por un Octaviano cada vez más ambicioso (que se convirtió en el Emperador Augusto), mantuvo su destino en sus propias manos al quitarse la vida en privado.