El sismógrafo y el sismoscopio son los dos instrumentos principales que se utilizan para medir la fuerza de los terremotos. El seismoscopio es un instrumento simple que mide el tiempo en que ocurre un terremoto. El sismógrafo registra el movimiento del suelo durante un terremoto.
El componente principal de un sismógrafo es una masa colgante, tan pesada como 1,000 libras, que está conectada a un bolígrafo, y este péndulo grande está situado justo encima de la superficie del papel. Cuando el suelo se mueve, también lo hace el papel, que roza la pluma y marca el movimiento. Los sismógrafos están aislados y conectados a la roca de fondo para garantizar que los datos que reciben no se vean afectados por el movimiento de los objetos circundantes. La tecnología avanzada mejora la precisión del sismógrafo y lo hace sensible a movimientos de tierra diminutos.