El sistema digestivo, el corazón, los pulmones y el diafragma son ejemplos de órganos efectores. Un ser vivo no tiene que usar el pensamiento consciente para respirar, digerir alimentos o hacer latir su corazón. Los arcos reflejos también hacen uso de efectores. Un arco reflejo es la respuesta rápida e involuntaria a estímulos específicos, como la contracción del músculo esquelético para extraer una mano de una superficie caliente.
La activación de órganos efectores es un proceso relativamente complejo. Los receptores sensoriales reaccionan a un estímulo, o un cambio en el ambiente interno o externo, y transforman el estímulo en una señal electrónica. Esta señal pasa a una neurona sensorial, que actúa como un intermediario, que cierra la brecha entre los receptores sensoriales, que forman parte del sistema nervioso periférico, y el sistema nervioso central. La neurona sensorial transmite la señal al sistema nervioso central, donde se procesa. El sistema nervioso central envía un mensaje, como un impulso nervioso, a las neuronas motoras correspondientes, que llevan el impulso al órgano efector, que finalmente traduce el impulso nervioso en una respuesta o movimiento.