Un tono elegíaco es uno de lamentación, que en "Beowulf" es típicamente de naturaleza alegórica; es decir, las muertes se lamentan por su significado simbólico, así como por la pérdida de las personas afectadas. Un buen ejemplo de esto viene al final de la historia cuando Beowulf mata al dragón. La criatura es llorada con referencias elegíacas a su magnífica gracia, que nunca más volvería a "brillar y deslizarse", aun cuando la pérdida es también una alegoría del paso de una era y de la propia muerte de Beowulf, habiéndose gastado su grandeza. p>
Este sentido elegíaco del destino y la inevitable desaparición de las cosas impregna a "Beowulf". A pesar de la virtud y el heroísmo de su confrontación con el dragón, incluso este evento conlleva la perdición de su gente, ya que Beowulf sabía que no sobreviviría.
Por lo tanto, la celebración del acto heroico de Beowulf contra el dragón también es elegíaca, y lamenta no solo al héroe perdido, sino también la inevitable pérdida del reino que dejó atrás. El escenario de "Beowulf" es un mundo en el que los reinos están bajo constante amenaza de invasión, que habría sido compensado por un rey temido y poderoso como Beowulf. Por esta razón, Wiglaf llega a pensar que las acciones de Beowulf son lamentables, incluso aunque hayan sido inevitables.