La teoría de la fuerza vital era una creencia filosófica, científica y espiritual de que el material orgánico contenía una "fuerza vital" que les permitía vivir. La Teoría del Vitalismo resultante se propuso por primera vez en el siglo XVI y duró Hasta mediados del siglo XIX.
La teoría de la fuerza vital, o vitalismo, se basaba en la idea de que cada ser viviente tenía un alma o espíritu. Según esta teoría, los materiales inorgánicos estaban desprovistos de vida porque no contenían esta fuerza vital. En los organismos vivos, el espíritu vital era una sustancia que se infundía con el cuerpo de un organismo para dar vida. El vitalismo se desarrolló durante el siglo XVI como un contraste con la visión mecanicista, que explicaba que los animales y los seres humanos son dispositivos mecánicos diferentes de los dispositivos artificiales solo en su grado de complejidad. El anatomista francés Xavier Bichat identificó 21 tipos distintos de tejido en el cuerpo y logró explicar el comportamiento de los organismos en términos de sus "propiedades vitales". A través de sus experimentos, Bichat concluyó que había fuerzas fundamentales adicionales en la naturaleza que mantenían los procesos físicos y químicos en el cuerpo humano. A fines del siglo XIX, el vitalismo fue desacreditado como una teoría lógica porque hizo afirmaciones infalsificables sin predicciones definidas.