Las adaptaciones más prominentes de las morsas son sus colmillos, que usan para muchos propósitos. Otras adaptaciones incluyen bigotes sensibles, que les ayudan a ubicar los alimentos, y la grasa debajo de sus gruesas pieles, que les proporciona energía y los protege contra el frío ártico.
Las morsas masculinas y femeninas tienen dientes caninos prominentes llamados colmillos, que pueden extenderse hasta 3 pies de largo y pesar hasta 12 libras. Las morsas usan sus colmillos para abrir agujeros para respirar en las capas de hielo y salir del agua a lo largo del hielo. Los toros de morsa también usan colmillos como armas cuando luchan entre sí por el territorio y para proteger a los harenes de hembras.
Las morsas tienen ojos pequeños y mala visión, por lo que sus vibrisas, o bigotes, son imprescindibles para localizar moluscos, pepinos de mar, cangrejos y gusanos de los que dependen principalmente para su alimentación. Las vibrisas no son meras cerdas sino que tienen sangre y nervios y están unidas a los músculos.
Con sus hocicos abajo, las morsas usan sus aletas traseras para impulsarse a sí mismas mientras rozan el sedimento en el fondo marino. Con sus labios y encías, retiran la carne blanda de sus presas y expulsan las conchas. Aunque las morsas no suelen comer pescado, su tamaño y peso les permiten aprovecharse de focas pequeñas de vez en cuando.