Los Estados Unidos entraron en la Segunda Guerra Mundial en respuesta al bombardeo japonés de la base naval estadounidense en Pearl Harbor, Hawai. Antes del ataque, el país había mantenido una política aislacionista, aunque los líderes gubernamentales consideraron la participación era inevitable y había estado proporcionando armas y otros suministros a los aliados. Los EE. UU. Tenían relaciones amistosas de larga data con Gran Bretaña y el asalto japonés inclinó al país contra las potencias del Eje.
Hasta 1941, los Estados Unidos se mantuvieron fuera de la guerra. En general, los estadounidenses lo consideraron un asunto europeo y prefirieron seguir la tradicional política estadounidense de aislamiento. Sin embargo, el país simpatizaba con la causa aliada. Los Estados Unidos habían luchado contra Alemania durante la Primera Guerra Mundial. Comunistas, izquierdistas y judíos que se enteraron de la opresión que ocurría en Alemania presionaron y presionaron al gobierno para que interviniera. Mucha gente creía que las tendencias totalitarias del fascismo europeo acabarían amenazando a los Estados Unidos. Además, los Estados Unidos compartían un patrimonio común y relaciones amistosas con Gran Bretaña, cuya existencia fue amenazada por los alemanes.
Por estas razones, los EE. UU. se aliaron con los Aliados desde el principio y les proporcionaron suministros de guerra muy necesarios. El gobierno de Roosevelt anticipó la participación y preparó la fabricación de armas de la nación. Cuando los japoneses bombardearon Pearl Harbor, fue el último componente necesario para eliminar cualquier duda sobre la guerra.