Gran Bretaña vendió opio a China a cambio de los muchos productos chinos que el pueblo británico ansiaba como alternativa al uso de la plata como medio de intercambio. Los británicos no tenían una fuente interna de plata, mientras que el opio de El noreste de la India estaba disponible a bajo precio en grandes cantidades de la British East India Company.
Mercancías como la porcelana, la seda y el té llevaron a Gran Bretaña a comerciar con China. Sin embargo, los chinos no tenían ningún interés en productos manufacturados británicos e insistieron en el pago en plata. Debido a que Gran Bretaña tuvo que comprar plata a Europa y México para financiar sus compras de productos chinos, el déficit comercial se volvió enorme. El opio había sido tolerado en China como una droga medicinal, pero solo en uso limitado. El opio británico era más fuerte que el opio chino, y los chinos comenzaron a fumarlo en lugar de comerse su resina, lo que aumentó su efecto. El gobierno chino se alarmó cuando los británicos comenzaron a verter grandes cantidades de la droga en el país.
La eventual prohibición de China del opio y la destrucción de los suministros de opio llevó a dos grandes guerras, llamadas las Guerras del Opio, entre los británicos y los chinos. Las dos guerras fueron ganadas abrumadoramente por Gran Bretaña y sus aliados europeos, lo que obligó a los chinos a hacer concesiones comerciales, permitir embajadas extranjeras en Pekín, tratar a los cristianos chinos por igual, permitir el paso de barcos extranjeros por el río Yangtze, otorgar a Gran Bretaña partes de Kowloon y legalizar la comercio de opio.