Las ballenas asesinas están en peligro de extinción debido a una serie de amenazas, incluidos derrames de petróleo, bioacumulación de PCB y otros contaminantes, contaminación acústica, colisiones con barcos, enredos en los aparejos de pesca, disparos de pescadores y perturbaciones del hábitat por parte de los observadores de ballenas. Además, el agotamiento de las poblaciones de presas, como los mamíferos marinos y ciertas especies de peces, afecta su ecosistema.
Las amenazas pasadas para las ballenas asesinas incluyen la captura para uso en exhibiciones de acuarios y caza comercial. A pesar de que pocas ballenas asesinas son cazadas por su valor comercial a partir de 2014, los pescadores comerciales siguen disparándoles, que las ven como competidores. Desde el derrame de petróleo de Exxon Valdez en 1989, los derrames de petróleo y otras fugas de contaminantes han sido considerados como amenazas graves para las ballenas asesinas. Las perturbaciones de ruido que afectan a las ballenas asesinas incluyen el sonar naval de alta intensidad, que las exploraciones CAT demostraron que causa hemorragias en el cerebro y las orejas, así como el sonido de las granjas de perforación, transporte y salmón.
En 2013, la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales enumeró la unidad taxonómica de las ballenas asesinas como datos deficientes. Anteriormente, las ballenas asesinas habían sido consideradas como una especie, pero los investigadores creen que puede haber varias especies de ballenas asesinas, algunas de las cuales están en peligro de extinción a partir de 2014. Las ballenas asesinas residentes se desplazan en grupos y habitan áreas específicas, mientras que las ballenas asesinas transitorias se mudan Grupos más pequeños y rango en áreas más grandes. Las ballenas asesinas residentes del sur, por ejemplo, un grupo de tres grandes vainas que habitan las aguas costeras del oeste de los Estados Unidos y Canadá, fueron declaradas especies en peligro de extinción bajo la Ley de Especies en Peligro de Extinción en 2005, y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica declaró su rango Un hábitat crítico sujeto a conservación en 2006.