Es importante observar a los niños con objetividad por dos razones principales. Primero, todos los niños deben ser evaluados usando la misma escala, sin importar lo que se esté observando. En segundo lugar, en muchos casos, el observador puede ser un padre u otro pariente que podría tener un sesgo hacia el niño.
La observación de cualquier cosa, niños o no, debe hacerse objetivamente para garantizar conclusiones precisas. Si se realizan observaciones subjetivas o sesgadas, es probable que los resultados de esa observación sean nulos e inexactos.
Cualquiera que sea el juicio que se deba hacer, cada persona observada debe hacerse en una escala concreta con calificaciones o puntuaciones significativas. Esto evita el problema potencial de "comparar manzanas con naranjas". También evita cualquier sesgo en la observación que pueda surgir como resultado de nociones preconcebidas sobre el niño. Estas nociones con mayor frecuencia provienen de un pariente o amigo del niño que está siendo observado, pero también pueden basarse en otros factores externos. Por ejemplo, el observador puede conocer a un hermano mayor del niño que se comportó de cierta manera y esperar lo mismo de los más pequeños.
Finalmente, la información objetiva recopilada en la observación puede establecer una línea de base para cualquier actitud, comportamiento o acción que se observe. Por ejemplo, si se observa al niño por motivos de modificación del comportamiento, establecer una línea de base objetiva puede determinar los niveles de mejora y éxito futuros.