Los huesos, los músculos y las articulaciones juegan un papel importante en el cuerpo humano. Ellos, junto con los tendones, los ligamentos y el cartílago, forman el sistema musculoesquelético y nos permiten realizar actividad física. El sistema musculoesquelético protege y apoya los órganos internos, permite el movimiento, le da forma al cuerpo, produce células sanguíneas, almacena calcio y fósforo y produce calor.
El esqueleto humano consta de 206 huesos. Los huesos son tejidos secos y densos compuestos de minerales de calcio-fósforo, materia orgánica y agua. Una membrana viva llamada periostio cubre los huesos. El hueso contiene tres tipos de células: osteoblastos, que reparan el daño; osteocitos, que forman hueso nuevo; y los osteoclastos, que descomponen, esculpen y dan forma al hueso. Aunque son muy ligeros, los huesos son lo suficientemente fuertes para soportar el peso del cuerpo.
Las juntas son áreas donde dos o más huesos se encuentran. Las articulaciones permiten el movimiento y la flexibilidad dentro del cuerpo. Algunas articulaciones se abren y cierran, de forma similar a una bisagra. Otros permiten movimientos más complejos. Por ejemplo, las articulaciones de hombros y caderas permiten movimientos hacia atrás, hacia adelante, hacia los lados y girando.
El cuerpo humano está formado por más de 600 músculos. Estos músculos mueven partes del cuerpo al contraerse y relajarse. Hay tres tipos diferentes de músculos en el cuerpo humano: esquelético, liso y cardíaco. Los músculos esqueléticos están unidos a los huesos. También son conocidos como músculos voluntarios porque su movimiento es controlable. Los músculos lisos o involuntarios son controlados automáticamente por el sistema nervioso. El músculo cardíaco, también involuntario, expulsa la sangre del corazón a través de las contracciones rítmicas.