Los sapos de caña tienen varias adaptaciones, pero las toxinas secretadas son su mayor activo. En los sapos adultos, las glándulas parotoides detrás de cada ojo secretan un veneno lechoso llamado bufotoxina cuando el animal está amenazado. Las glándulas pequeñas en el cuerpo secretan veneno, matando a cualquier depredador que decide comerlo en 15 minutos.
La bufotoxina, que se secreta a partir de las glándulas parotoides, actúa matando al depredador al inhibir la función del corazón. Las toxinas secretoras no son la única adaptación que tienen estos sapos. Son capaces de sobrevivir después de perder hasta el 50 por ciento del agua en sus cuerpos. El agua es extremadamente importante para la supervivencia de los anfibios, por lo que esta es una gran característica para garantizar su longevidad.
Los anfibios también necesitan agua para poner sus huevos, pero la mayoría de las veces, los depredadores viven en esas aguas o tienen acceso a ellos. Para proteger la etapa más vulnerable de su ciclo de vida, los huevos y los renacuajos tienen sus propias toxinas que los hacen poco apetitosos para cualquier cosa que intente comerlos.
Su tamaño es otra adaptación que les permite sobrevivir. Pueden ser de 2 a 9 pulgadas de largo y pesar más de 4.4 libras como adulto. Con esta ventaja en tamaño, tienen acceso a más alimentos, lo que proporciona más nutrición y los hace más difíciles de comer para los depredadores.