A medida que Europa se acerca a la segunda mitad de la segunda década del siglo XXI, enfrenta problemas apremiantes de sentimiento anti-UE, lento crecimiento económico y alto desempleo. Muchos están pidiendo un mayor grado de la integración entre los estados miembros de la Unión Europea, las crecientes preocupaciones sobre las empresas en dificultades de la región y el lento crecimiento del PIB están dando lugar al euroescepticismo, o la falta de fe en la capacidad de la UE para lograr mejoras significativas. Según un informe publicado en octubre de 2013 por la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, 120 millones de europeos corrían el riesgo de caer en la pobreza.
La investigación realizada por la Organización Mundial de la Salud apunta a un aumento en las tasas de suicidio en Europa que es paralela al aumento de la región en el desempleo masivo y la disminución de su clase media. El aumento de la inmigración ilegal y la creciente xenofobia también están generando un mayor riesgo de inestabilidad política y agitación social. Uno de los problemas que afectan al sector empresarial, y que se suma a la situación de desempleo, es la incapacidad de las pequeñas empresas para obtener préstamos muy necesarios.
La coordinación de las diferentes políticas exteriores en la región europea es deficiente y se cree que será necesaria una colaboración mucho mayor para evitar amenazas económicas y de seguridad que de otra manera podrían evitarse. El sistema financiero de la región no se ha estabilizado completamente, en particular con respecto a los grandes bancos, y existe la posibilidad de que se desarrolle un problema significativo de inflación a largo plazo.