Durante la Revolución Industrial, las condiciones de vida mejoraron para las clases medias y altas debido a la mayor disponibilidad de bienes producidos en las fábricas. Sin embargo, para las clases más bajas que trabajaban en las fábricas, las condiciones de vida estaban superpobladas, enfermas e insalubres.
La revolución industrial, que comenzó en Inglaterra a fines del siglo XVIII y luego se extendió al resto de Europa y Estados Unidos, causó un cambio sociológico masivo. Antes de la Revolución industrial, la gente vivía en comunidades rurales y la fabricación de bienes se realizaba en el hogar o en pequeñas tiendas, ya sea a mano o con la ayuda de máquinas rudimentarias. El crecimiento de las fábricas obligó a los trabajadores de las fábricas a mudarse del campo y agruparse en viviendas construidas tan rápidamente que se prestó poca atención a la salud pública. Los brotes de enfermedades como el cólera y la fiebre tifoidea eran comunes.
Además de vivir en viviendas de baja calidad, los obreros de las fábricas sufrieron condiciones laborales horrendas. El trabajo era monótono y la seguridad en el lugar de trabajo era mínima. Las fábricas estaban húmedas, sucias, ruidosas, mal ventiladas y mal iluminadas. Hombres, mujeres y niños trabajaron horas extremadamente largas por muy poco dinero. No fue hasta mediados del siglo XIX cuando los gobiernos y los sindicatos comenzaron a abordar las condiciones de vida y de trabajo de los trabajadores industriales. Aunque se aprobó un mínimo de legislación que limita la práctica, los niños que trabajan en fábricas y minas por salarios bajos en condiciones de esclavitud continuaron hasta el siglo XX.