Las erupciones por cirrosis se manifiestan en el cuerpo como pequeños puntos de color púrpura rojizo o manchas más grandes, de acuerdo con el Manual Merck. Esto es el resultado de un sangrado de pequeños vasos sanguíneos en la piel.
La cirrosis es una cicatrización tardía del hígado como resultado de muchas afecciones y formas de enfermedad hepática, como la hepatitis y el abuso crónico de alcohol, explica la Clínica Mayo. Si bien el daño hepático causado por la cirrosis es irreversible, el tratamiento puede prevenir un daño mayor. A medida que avanza la cirrosis, el hígado tiene cada vez más dificultades para llevar a cabo sus funciones, y la cirrosis avanzada es potencialmente mortal.
La cirrosis puede presentarse con síntomas en la piel que no sean erupciones, incluidos moretones, enrojecimiento de las palmas y coloración amarillenta de la piel, señala WebMD. Las causas de estos síntomas incluyen recuentos bajos de plaquetas, coagulación deficiente y exceso de bilirrubina en la sangre, según Healthline.
Además de la historia del paciente y el examen físico, los médicos utilizan pruebas de laboratorio y de imágenes para diagnosticar la cirrosis, afirma la Clínica Mayo. Los análisis de sangre determinan la función hepática y renal, así como la capacidad de coagulación de la sangre. La resonancia magnética, la tomografía computarizada y la ecografía pueden revelar anomalías del hígado, y la biopsia hepática puede indicar la extensión, la gravedad y la causa del daño hepático.
En la cirrosis temprana, el tratamiento de las causas subyacentes puede minimizar el daño hepático, según la Clínica Mayo. Los médicos también tratan las complicaciones de la cirrosis, como el exceso de líquido corporal, la hipertensión y las infecciones. En los casos graves de cirrosis, en los que el hígado ha dejado de funcionar, es necesaria la cirugía de trasplante de hígado.