Un volcán en erupción emite gases y partículas de polvo que pueden causar cambios profundos en el clima y en todo el mundo. El volcanismo también afecta el medio ambiente al producir lluvia ácida y hacer que el agua del océano sea más cálida.
El dióxido de azufre que las grandes explosiones volcánicas lanzan a la estratosfera se mezcla con el agua para crear ácido sulfúrico. Si las gotas de ácido son lo suficientemente grandes, evitan que el calor se escape de la atmósfera terrestre. Eso resulta en temperaturas más altas, un elemento del efecto invernadero.
El dióxido de carbono liberado por la actividad volcánica es un gas de efecto invernadero. Los gases de efecto invernadero son responsables del clima extremo y el aumento de la temperatura en todo el mundo. Entre las consecuencias están los problemas de salud, las fallas en los cultivos y la pérdida de hábitat para animales y plantas.
Las erupciones pueden calentar el agua en la superficie del Océano Pacífico, provocando el efecto El Niño, un patrón climático que provoca lluvias torrenciales o nieve intensa en algunos lugares y sequía en otros lugares. La lluvia ácida, que contamina las fuentes de agua, es otro efecto ambiental del volcanismo.
Las erupciones pueden deteriorar la calidad del aire al crear una niebla volcánica llamada "vog", que consiste en gotitas de ácido sulfúrico distribuidas por los vientos alisios. Las partículas volcánicas de ceniza y aerosol que flotan en la atmósfera también pueden ser responsables de un fenómeno más placentero: coloridas puestas de sol y amaneceres.