Las enzimas aceleran las reacciones químicas al reducir las tasas de activación. En general, cuanto menor sea la cantidad de energía de activación que tenga una reacción potencial, más rápida será la velocidad de reacción. Las enzimas cambian de forma durante el proceso de reacción, lo que les permite reducir eficientemente las tasas de activación.
Cuando las enzimas cambian de forma, el proceso se conoce como un ajuste inducido. Durante este proceso, las enzimas se someten esencialmente a transformaciones físicas para unirse con otras enzimas en reacciones químicas. Estas enzimas se combinan con enzimas similares para formar reacciones completas, como el proceso de completar un rompecabezas. Las enzimas también contienen puntos de acceso o sitios activos, que son ubicaciones en las superficies de las enzimas que permiten que los sustratos se unan. Estos sitios también sirven como lugares de acogida para que se produzcan reacciones químicas: los puntos son centros de actividad y actúan como estaciones de tren o terminales de autobuses, lo que permite que se realicen intercambios vitales. Estas reacciones químicas ocurren en las superficies de las enzimas, que es donde los sustratos se unen. Los sitios activos de enzimas se estabilizan por múltiples reacciones más débiles (como contactos hidrófobos, enlaces de hidrógeno e interacciones electrostáticas) que en última instancia les permiten soportar reacciones químicas rápidas. Las reacciones químicas también requieren un cambio interno: esto es posible gracias a la formación de sustratos dentro de las enzimas, que suben a la superficie y se unen a los sitios activos.