Los pobres, o los de clase baja, en la época isabelina no tenían tendencias de moda específicas. Las personas pobres usaban la ropa que podían hacer con materiales baratos como el algodón y la lana. Los hombres de la época usualmente usaban calzones, ropa interior, sombreros y dobletes. Las mujeres generalmente llevaban batas con corsés debajo.
Las mujeres de clase baja usaban su cabello en una larga trenza y lo acurrucaban en la parte superior de su cabeza. Hombres de todas las clases tenían barbas y usaban sombreros. La ropa de lana era popular entre la clase baja porque era barata y accesible. La clase inferior llevaba menos capas que la clase alta porque no podían pagar mucha ropa.
La ropa era una indicación importante del orden social. Las leyes suntuarias establecidas por la monarquía gobernaban la forma en que se vestía la gente. A las clases bajas no se les permitía usar seda, terciopelo o satén, ni ninguna ropa que se pareciera a las lujosas modas de la clase alta. Sólo los nobles podían usar piel de armiño. La moda estaba destinada a mostrar el estado social y financiero de uno. La gente usaba trajes extravagantes para demostrar que podían darse el lujo de hacerlo. El color de la ropa también mostró el estado de clase y diferenciado entre las clases. La ropa de clase baja era típicamente naranja, verde, rosa pálido o amarillo.