Los bosques siempre verdes tienen inviernos largos y fríos que duran seis meses o más. Los veranos son lluviosos y tienen temperaturas moderadas que oscilan entre 20 y 70 grados Fahrenheit. El verano y el invierno se llevan unos a otros, con pocas oportunidades para temperaturas de primavera y otoño más suaves.
Los árboles de hoja perenne dominan este clima debido a su capacidad para tolerar los inviernos largos y fríos. La cera en las agujas proporciona protección contra el frío, permitiendo que los árboles retengan las agujas durante todo el invierno. Esta retención de aguja permite que las plantas de hoja perenne comiencen la fotosíntesis tan pronto como el clima comience a calentarse, lo que ahorra un tiempo valioso en el proceso de crecimiento. La forma piramidal de los árboles de hoja perenne les permite arrojar fuertes nevadas, evitando que los árboles se rompan las ramas.
Los depredadores dominan los bosques siempre verdes, alimentándose de pequeños herbívoros que viven en el sotobosque de los árboles siempre verdes. La prevalencia de insectos tienta a las aves a venir a los bosques siempre verdes para la reproducción. Estas aves migran a otras áreas una vez que termina la temporada de reproducción. La disponibilidad de semillas atrae a algunas aves a permanecer en el área durante todo el año.
Los incendios ocurren a menudo en el bosque siempreverde. Estos incendios queman la cubierta superior, lo que permite que la luz solar alcance el suelo y cambie el entorno del sotobosque.