Los edificios altos tienen conductores de rayos para ayudar a transportar la corriente eléctrica desde un rayo hasta el suelo de manera segura. Esto protege el equipo eléctrico de la estructura y los materiales utilizados dentro del edificio.
Los conductores de rayos, comúnmente conocidos como pararrayos, en realidad no atraen los rayos. De hecho, es difícil afectar la trayectoria de los rayos desde el suelo debido a los viajes de larga distancia que llegan hasta la superficie de la Tierra. El propósito de los pararrayos es proporcionar conexión a tierra a los edificios. Esto significa que cualquier corriente eléctrica que golpee el edificio es guiada en un camino específico directo al suelo, donde se dispersa de manera segura. Cuando los rayos caen en un edificio que no tiene la protección adecuada contra los rayos, a menudo sobrecarga los sistemas eléctricos internos. Esto incluye el cableado interno del edificio y, por lo tanto, cualquier dispositivo conectado a ese sistema. La sobrecarga del sistema provoca daños en el equipo y posibles chispas o incendios eléctricos.
Otro posible resultado de un rayo sin la protección adecuada es convertir cualquier humedad persistente dentro de las paredes del edificio en vapor. Esto tiene el potencial de dañar el aislamiento del edificio y su capacidad para mantener temperaturas seguras durante los diferentes tipos de si.