Las montañas afectan el clima al bloquear el viento y recibir más lluvias que las áreas bajas. A medida que el aire es forzado sobre un terreno más alto, se enfría y la humedad se condensa y cae como lluvia. Cuanto más alto es un lugar sobre el nivel del mar, más frío está. Esto ocurre porque a medida que aumenta la altitud, el aire envolvente se vuelve más delgado y menos efectivo para absorber y retener el calor.
Cuando el aire fluye sobre una montaña, es forzado hacia arriba. Esto hace que caiga más lluvia en el lado de barlovento de una montaña y una afluencia de aire cálido para romper el lado posterior. Esta relación explica por qué las montañas a menudo presentan dos paisajes completamente diferentes. Un lado es comúnmente verde y fértil, mientras que el otro es árido y desértico.
Además de alterar el clima, las montañas también producen efectos locales por el cambio de la presión del aire y el flujo. El viento que fluye a través de las zonas montañosas se canaliza a través de un efecto de túnel. Esto causa vientos fuertes y formaciones climáticas agresivas.
Además de los efectos locales, las montañas impactan el clima en una escala mucho más amplia. Las formaciones de las cadenas montañosas aumentan la cantidad de masa terrestre a gran altitud, lo que aumenta la superficie total cubierta por la nieve. La nieve tiene una reflectividad significativa, que posteriormente aumenta la cantidad de luz solar reflejada. Esto, a su vez, reduce la cantidad total de energía absorbida en la superficie de la Tierra.