La fractura hidráulica, comúnmente conocida como fracking, puede ser perjudicial para el medio ambiente debido a los peligros potenciales que presenta el procedimiento, incluida la contaminación del aire y el agua, la contaminación del suelo y los derrames de petróleo y las actividades sísmicas inducidas. El fracking también plantea serios problemas de salud para los trabajadores y las personas que se encuentran en las inmediaciones de la operación.
El fracking es una técnica utilizada en la industria para aumentar la producción de petróleo y gas natural. Este método consiste en perforar profundamente en el suelo y crear un pozo, que normalmente está encerrado en cemento o acero. Los fluidos altamente presurizados viajan por el pozo y luego se inyectan en grietas en esquistos u otras formaciones compactas. Los fluidos incluyen vastas cantidades de agua, una solución de fracking, arena y varios productos químicos. El fracking provoca la formación de fisuras más grandes en las rocas, lo que desencadena la liberación de petróleo y gas natural.
El gas natural extraído contiene una cantidad significativa de metano, que es un gas de efecto invernadero que contribuye al calentamiento global. Las operaciones de fracking también emiten contaminantes del aire al medio ambiente, como tolueno, benceno, monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, partículas y formaldehído. Los empleados y las personas en las comunidades locales pueden sufrir enfermedades agudas, cáncer, trastornos neuronales o incluso la muerte por la exposición a estas sustancias tóxicas, según lo establecido por Carleton College. Aparte de la contaminación del aire, el fracking también contribuye a la contaminación del agua subsuperficial debido a los compuestos aditivos nocivos mezclados en los fluidos de fracking. La degradación del suelo y los derrames accidentales de petróleo que también resultan del fracking generalmente dañan los ecosistemas.