Como regla general, la evolución convergente se produce cuando dos grupos de organismos no relacionados en gran medida están expuestos a entornos muy similares y desarrollan adaptaciones similares para sobrevivir. Según la Universidad de Princeton, la evolución del ala entre los murciélagos y las aves son convergentes, ya que su último ancestro común no tenía alas.
La evolución convergente se puede observar entre grupos separados geográficamente, como es el caso de las especies de cactus de América del Norte y la Euphorbia africana. Otro ejemplo se puede encontrar con tiburones, ictiosaurios y delfines. En cada caso, según la Universidad de Princeton, las similitudes superficiales en el plan corporal son en gran medida el resultado de presiones ambientales comunes que actúan sobre la especie para llevarla hacia una solución óptima.