Los ejemplos comunes de combustibles fósiles incluyen gas natural, petróleo, turba y carbón. Estos combustibles son biomasa orgánica extraída de los restos de organismos primitivos que vagaron por el planeta hace millones de años.
Las fuentes de energía se clasifican en dos tipos: renovables y no renovables. Los recursos de energía renovable se acumulan a un ritmo igual o más rápido de lo que se consumen, como la energía solar e hidroeléctrica. Los recursos energéticos no renovables se consumen a un ritmo mucho más rápido de lo que pueden acumularse, como los combustibles fósiles. El rápido agotamiento de estos biocombustibles continúa a lo largo del tiempo.
Los combustibles fósiles consisten en hidrocarburos, que contienen largas cadenas de átomos de carbono e hidrógeno. Cuando los combustibles fósiles se someten a la combustión, el calor provoca la ruptura de los enlaces químicos que mantienen unidos los átomos de hidrógeno y carbono. Las reacciones químicas involucradas en el proceso de combustión liberan energía que es utilizada por las personas en sus vidas diarias.