Carter no logró capitalizar sus primeros éxitos, formó alianzas con el Congreso y se conectó con el pueblo estadounidense. Tampoco entendió cómo funcionaba el gobierno y la importancia del compromiso. Pocos presidentes han comenzado su mandato en condiciones políticas tan favorables como Carter. Con mayorías demócratas en ambas cámaras, cumplió la mayoría de las promesas de su campaña a los pocos meses de asumir el cargo.
A pesar de los éxitos iniciales, Carter no logró formar alianzas con los líderes del Congreso y garantizar la aprobación de leyes clave. Pasó por alto a los miembros del partido de alto rango y llenó su gabinete con personas de fuera de la política que no lograron desarrollar relaciones de trabajo con los legisladores. Además, alienó a los líderes del Congreso al negarse a comprometer sus ideales o negociar diferencias. Se negó a participar en acuerdos de "puerta trasera" y vetó proyectos de ley que consideraba gastos innecesarios. El Congreso reaccionó destruyendo sus planes fiscales, anulando los vetos y bloqueando las iniciativas energéticas y los planes de reforma de la asistencia social.
Carter tampoco logró traducir sus primeros éxitos al apoyo del pueblo estadounidense, que a menudo se mostraba presuntuoso y condescendiente cuando hablaba, incluso para los partidarios. Cuando pronunció su discurso de "malestar" durante la crisis energética de 1979, parecía estar regañando al público y culpándolo por la crisis en lugar de proponer soluciones o políticas de defensa. Pedir a los estadounidenses que conduzcan más despacio, ajustar los termostatos a un nivel más bajo y prescindir de las luces de Navidad hizo poco para inspirar confianza. Después de fracasos de la política exterior, como la prolongada crisis de los rehenes iraníes y el fallido intento de rescate, la invasión soviética de Afganistán y el boicot de los Juegos Olímpicos de 1980, muchos estadounidenses vieron a su gobierno como débil, ineficaz y sin respeto.