Las bacterias que hacen su propio alimento son conocidas como autótrofas o productoras, y lo hacen a través del proceso de fotosíntesis o quimiosíntesis. La mayoría de los autótrofos utilizan el proceso de la fotosíntesis, que generalmente implica convertir el dióxido de carbono y el agua en glucosa utilizando la energía del sol.
Estos tipos de autótrofos, llamados fotoautótrofos, utilizan la glucosa como su fuente de energía.
En el proceso de quimiosíntesis, los autótrofos utilizan la energía de las reacciones químicas inorgánicas, en lugar de la luz solar para producir sus propios alimentos. Conocidos como quimioautótrofos, obtienen energía de fuentes inorgánicas, como hierro ferroso, sulfuro de hidrógeno y amoníaco para usar en la quimiosíntesis.
Estos tipos de autótrofos son raros y viven en ambientes hostiles. Por ejemplo, los quimioautótrofos que viven cerca de los respiraderos hidrotermales en las profundidades del océano utilizan sulfuro de hidrógeno y otros minerales que emite el respiradero para producir su propio alimento mediante la quimiosíntesis. Los autótrofos que se encuentran en los volcanes activos producen su propio alimento oxidando el azufre.
Los autótrofos son una fuente de alimento para otros organismos. Por ejemplo, los mejillones y los caracoles consumen bacterias que viven cerca de los respiraderos hidrotermales. Otras criaturas marinas como el pulpo consumen los mejillones y los caracoles. Por lo tanto, los autótrofos son una parte esencial de la cadena alimenticia, y una disminución en su número puede afectar el número de organismos que se alimentan de ellos.