El Sendero de las lágrimas se convirtió en un símbolo de la reubicación forzada de los nativos americanos de la tierra de sus antepasados en el siglo XIX. El difícil y a menudo mortal viaje resultó en que muy pocos nativos permanecieran en el sureste de los Estados Unidos a fines de la década de 1830.
El impacto de la reubicación dio lugar a grandes pérdidas de vidas, lo que llevó a la despoblación en ciertas áreas. Además, a los nativos americanos reubicados les resultó difícil adaptarse a los nuevos entornos en numerosos casos. La adaptación a la dinámica de un nuevo sistema económico significaba que los nativos americanos debían enfrentar las presiones de un mercado donde la tierra era algo que se compraba y se vendía, en lugar de ser preservada por generaciones.