La luz viaja a una velocidad considerablemente mayor que la del sonido. La luz viaja a una velocidad constante de 186,000 millas por segundo, pero la velocidad del sonido es de solo 761.2 mph.
Hay una serie de diferencias entre cómo viajan el sonido y la luz. La luz mantiene una velocidad constante en todo el universo y es el más rápido que cualquier cosa puede viajar entre dos puntos. Mientras tanto, el sonido depende de la presión del aire para transferir ondas a lo largo de su trayectoria. Esto significa que la temperatura y la presión barométrica cambian la velocidad a la que viaja el sonido.
Por ejemplo, el sonido se mueve mucho más lentamente en el aire frío, porque las moléculas de gas en el aire se mueven más lentamente. El calentamiento del aire asegura que las ondas de sonido puedan moverse más rápidamente a través de él. La luz no tiene tal desventaja y viaja infinitamente desde su origen a la misma velocidad constante hasta que golpea una barrera. Esta es la razón por la cual muchos astrónomos utilizan la velocidad de la luz como una constante universal cuando calculan la distancia a los puntos en relación con su ubicación respecto a la Tierra.
La física también coopta la velocidad de la luz, usándola para determinar la energía potencial de la materia en función de su masa. La primera medición cuantitativa de la velocidad de la luz tuvo lugar en 1676, gracias a los cálculos de Ole Roemer.