Los dragones generalmente simbolizan el poder y la grandeza, pero las versiones orientales ven a los dragones como benevolentes, afortunados y sabios, mientras que sus contrapartes occidentales los asocian con malicia y engaño. En muchas culturas, la feroz y majestuosa presencia del dragón lo convierte en un símbolo de cualidades virtuosas, como la valentía, la inteligencia y la ambición.
En las culturas europeas, el simbolismo del dragón ha evolucionado para representar fuerzas buenas y malvadas. La influencia generalizada del cristianismo hizo de los dragones y otras serpientes símbolos del pecado y la corrupción. El folklore europeo temprano también coloca a los dragones en roles villanos, describiéndolos como criaturas malvadas, codiciosas, destructivas y secretas que los héroes justos deben matar. Sin embargo, las personas admiran a los dragones por su fuerza imponente, y los usan para representar la nobleza y la autoridad en heráldica y señalización militar.
Las culturas asiáticas adoran a los dragones como símbolos espirituales de la naturaleza, el equilibrio, la eternidad y la metamorfosis. Ven a los dragones como espíritus amigables y protectores que ayudan a los humanos al traer lluvia a la Tierra y controlar cuerpos de agua. Los dragones orientales son criaturas híbridas que poseen las características físicas de muchos animales diferentes y tienen el poder de cambiar de forma. Las personas veneran a estos dragones como símbolos de buena fortuna y larga vida, y creen que mostrar símbolos de dragones ahuyenta a los malos espíritus y atrae bendiciones y riqueza.