Irán, Cuba, China y Corea del Norte tienen economías de mando. En una economía de comando o planificada, una autoridad del gobierno central formula decisiones económicas, y el gobierno implementa cada plan a través de legislación, directivas y regulaciones. La supresión de las fuerzas del libre mercado permite a los gobiernos alcanzar objetivos sociales específicos.
Otto Neurath, un economista vienés, desarrolló la teoría de la economía de mando para regular la hiperinflación después de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, las economías de mando existían antes de esto en Perú en el siglo XVI y en Mormón en Utah en el siglo XIX. El gobierno o la agencia central de planificación en una economía de comando crea un plan económico que regula todos los sectores en todo el país y distribuye recursos, como mano de obra, capital y recursos naturales, de acuerdo con el plan. El plan establece objetivos para la producción de bienes y servicios para garantizar un suministro adecuado de vivienda, alimentos y otras necesidades para cada ciudadano. El gobierno es dueño de los negocios en industrias que son importantes para los objetivos económicos del país e implementa leyes que rigen la actividad económica. Este tipo de economía puede reunir recursos de manera rápida y efectiva, lograr importantes metas sociales y desarrollar el poder industrial. Sin embargo, el sistema ignora algunas de las necesidades y deseos de las personas, como el cumplimiento, y los gobiernos a menudo calculan mal las necesidades de producción, lo que lleva al surgimiento de economías en la sombra o mercados negros. Además, las economías planificadas ahogan la innovación y las exportaciones.