Las opciones de tratamiento para la cirrosis hepática varían según la causa principal. Por ejemplo, la cirrosis por abuso de alcohol requiere un cese completo del hábito, de acuerdo con WebMD. La cirrosis derivada de trastornos congénitos y hepatitis viral puede requerir tratamiento médico especializado y un cambio de dieta.
La cirrosis causada por la hepatitis viral persistente generalmente se trata con medicamentos antirretrovirales como el interferón, explica WebMD. Para mejorar la posibilidad de recuperación, el interferón se combina típicamente con ribavirina, un medicamento antiviral. Como parte del tratamiento, los pacientes deben descansar adecuadamente y comer el tipo correcto de alimentos. La cirrosis hepática también puede ser el resultado de la enfermedad de Wilson, una afección congénita que hace que ciertos tejidos corporales acumulen niveles excesivos de cobre. La enfermedad se trata con medicamentos que eliminan el cobre concentrado. En ciertos casos, los pacientes pueden tener que tomar la medicación de por vida.
La cirrosis hepática también puede ser el resultado de la hemocromatosis, una condición que surge de los niveles excesivos de hierro en el cuerpo, afirma WebMD. Para tratar la enfermedad, se extrae sangre del paciente una o dos veces por semana hasta que los niveles de hierro se normalizan. El tratamiento puede durar hasta dos años; las sesiones subsiguientes se llevan a cabo cada dos o cuatro meses para mantener los niveles de hierro en el rango normal. La cirrosis avanzada típicamente requiere un trasplante de hígado. Sin embargo, este tratamiento solo es apropiado para ciertos tipos de pacientes.