Las personas con personalidades controladoras sienten la necesidad compulsiva de estar a cargo de su entorno y dictar el comportamiento de otras personas. No pueden admitir errores, asumen autoridad sin que se les pida, siempre insisten en estar en lo cierto, son hostiles a las críticas y a los micro amigos, familiares y compañeros de trabajo.
El control de las personalidades está motivado por una necesidad patológica de dominio o por una ansiedad inherente a perder el control de sus vidas. Los primeros a menudo intimidan a otras personas para que se ajusten a sus deseos, mientras que los últimos tienden a planificar demasiado o programar sus vidas para evitar la incertidumbre. Pasan una cantidad extraordinaria de tiempo planificando sus actividades y organizando su entorno, y se enojan mucho cuando los eventos se desarrollan de acuerdo con el plan.