En el catolicismo, una conciencia formada se basa en el aprendizaje y la experiencia, mientras que una conciencia informada se investiga y se piensa a través de la lógica y la razón. Es menos probable que la conciencia formada y bien informada rechace la ley de Dios.
De acuerdo con la doctrina católica, una buena conciencia puede ser revelada a través de la ley natural (informada) o a través de las enseñanzas de Jesucristo. Una conciencia debe ser educada en la palabra de Dios y obtenida a través de las prácticas de Jesús.
El Papa Juan Pablo II describió una conciencia correcta como una que involucra un juicio que está de acuerdo con la verdad objetiva. Una conciencia errónea, sin embargo, implica un juicio que es puramente subjetivo y se piensa que es verdadero cuando no lo es.
La enseñanza católica alienta a las personas a vivir como discípulos de Cristo, sin ignorar las preocupaciones por la dignidad humana, como la pobreza y el racismo. Una conciencia bien formada puede ayudar a guiar a una persona a tomar las decisiones morales y éticas correctas en la vida. La enseñanza católica dice que los individuos tienen el deber de examinar su conciencia y consultar con otros para mantener su conciencia bajo control. Tomar buenas decisiones mantiene intactas la virtud e integridad individual de un cristiano.
El desarrollo de una conciencia bien formada es, en última instancia, una obligación de todos los cristianos.
