Un hemocitoblasto es un tipo de célula madre que produce células sanguíneas. Cuando un hemocitoblasto se divide en dos células hijas, una de las nuevas células se convierte en una célula sanguínea. El otro sigue siendo un hemocitoblasto, asegurando que siempre haya suficientes hemocitoblastos disponibles.
Los hemocitoblastos producen tres tipos de células sanguíneas: glóbulos blancos, glóbulos rojos y plaquetas. Los glóbulos blancos desempeñan un papel importante para ayudar al sistema inmunológico a combatir las infecciones. El cuerpo humano contiene varios tipos de glóbulos blancos. A medida que los monocitos maduran, abandonan la sangre y entran en el tejido. Con el tiempo, se convierten en macrófagos, que son células que engullen organismos causantes de enfermedades.
Los neutrófilos combaten las infecciones al digerir las bacterias. Los linfocitos contienen células B y T, que desempeñan diferentes funciones en la respuesta inmune. Las células B producen anticuerpos que se unen a sustancias extrañas, mientras que las células T secretan señales químicas que le dicen a otras células inmunitarias que ataquen sustancias nocivas. Los glóbulos rojos son necesarios para la supervivencia porque transportan oxígeno por todo el cuerpo. Esto asegura que cada célula reciba el oxígeno que necesita para funcionar. Las plaquetas son fragmentos de células que ayudan a que la sangre se coagule normalmente. Se reúnen en el lugar de la lesión y trabajan con vitamina K, calcio y fibrinógeno, una proteína, para formar un coágulo y detener el sangrado. Las personas con niveles bajos de plaquetas tienen un mayor riesgo de sangrado excesivo después de lesiones o procedimientos quirúrgicos.