Un ejemplo de un argumento de indignación es un orador o escritor que confía en su reacción personal, subjetiva y abiertamente negativa a una situación como medio para persuadir a otros para que acepten su punto de vista. Un orador podría decir, por ejemplo, "Estaba furioso con la administración de mi empresa cuando no respondieron a mi queja, y todos deberíamos dar prioridad a la sustitución de estas personas". Esto se consideraría una forma de retórica no académica e impropia, conocida como una falacia ética, porque se basa en transferir el sentido personal de indignación del hablante a otros en un intento de obtener su apoyo.
Un argumento de indignación se considera un dispositivo retórico inapropiado porque no anticipa que la audiencia o el oyente formen sus propias conclusiones. Aunque un atractivo emocional se reconoce como un dispositivo retórico legítimo, llamado "pathos", hacerlo sin incorporar también los elementos de la lógica o la ética en el argumento se considera una de las tres falacias retóricas.
Se produce una falacia lógica cuando el escritor o el hablante no pueden respaldar lógicamente su punto de vista. Hay varios tipos de falacias lógicas en la retórica, que incluyen pistas falsas, generalizaciones apresuradas y no secuencias. Las falacias emocionales incluyen pensamiento grupal, adulación y tácticas de miedo. Además del argumento de la indignación, las falacias éticas incluyen chivos expiatorios, ataques personales y culpa por asociación.