La soberanía del consumidor es la teoría económica de que los consumidores pueden determinar mejor qué bienes y servicios deben producirse en una sociedad. Las empresas, como las empresas y las empresas, producen lo que prefiera el consumidor. El economista William Harold Hutt acuñó este término en su libro de 1936 "Los economistas y el público".
La teoría también dice que, dado que los mercados de consumo dependen de la demanda, las empresas deben hacer un seguimiento de lo que quieren los consumidores para mantenerse en el negocio. La teoría misma ha sido debatida entre los economistas. Algunos dicen que el objetivo último y último de la actividad económica es el consumo, y la producción y distribución existen para satisfacer las necesidades de los consumidores. Si no hay demanda de los consumidores, los productos no serán comprados o producidos. Sin embargo, los bienes no solo se venden para el consumo, sino que también benefician al trabajador al proporcionar un salario y contribuir a la sociedad.
Los que están en contra de la teoría también han argumentado que la demanda manufacturada, causada por las empresas que hacen que los consumidores realicen productos de manera artificial por medio de publicidad y mercadeo, es una debilidad de la soberanía del consumidor. En los mercados libres, los consumidores tienen un mayor nivel de soberanía ya que el precio está controlado por la oferta y la demanda. En una economía de comando, el estado gobernante decide qué cobrar por los artículos, por lo que se podría argumentar que no existe una soberanía del consumidor en este tipo de economía.